1. Conductismo

 



El conductismo es una de las corrientes psicológicas más antiguas, teniendo sus orígenes a principios del siglo XX. La idea fundamental de esta corriente es que el aprendizaje consiste en un cambio en el comportamiento, ocasionado por la adquisición, refuerzo y aplicación de asociaciones entre los estímulos del ambiente y las respuestas observables del individuo.

El conductismo deseaba demostrar que la psicología era una auténtica ciencia, centrándose en los aspectos puramente observables de la conducta y experimentando con variables estrictamente controladas.

De tal forma, los conductistas más radicales asumieron que los procesos mentales no son necesariamente los que causan los comportamientos observables. Dentro de este enfoque destacan Burrhus Frederic Skinner, Edward Thorndike, Edward C. Tolman o John B. Watson.

Thorndike planteó que una respuesta a un estímulo se refuerza cuando a este fenómeno le sigue un efecto positivo de recompensa, y que una respuesta a un estímulo se volverá más fuerte a través del ejercicio y repetición.

La figura de Skinner es bien importante en el conductismo, siendo uno de sus más grandes representantes con su condicionamiento operante. En su opinión, recompensar las acciones correctas de la conducta las refuerzan y estimulan su recurrencia. Por lo tanto, los reforzadores regulan la aparición de los comportamientos deseados.

Otro de los referentes del conductismo lo tenemos en la figura de Iván Pávlov. Este fisiólogo ruso es célebre por sus experimentos con perros, aportando grandes influencias para el conductismo en general.

A Pávlov le debemos agradecer sus planteamientos sobre el condicionamiento clásico, según el cual el aprendizaje se produce cuando se asocian de forma simultánea dos estímulos, uno, el condicionado, y el otro, el incondicionado. El estímulo incondicionado provoca una respuesta natural en el cuerpo y el condicionado la empieza a desencadenar cuando se vincula a este.

Tomando como ejemplo sus experimentos, Pávlov mostraba a sus perros la comida (estímulo incondicionado) y hacía sonar la campana (estímulo condicionado). Al cabo de varios intentos los perros relacionaron el sonido de la campana con la comida, lo cual les hacía emitir como respuesta a este estímulo saliveo, como el que hacían cuando veían la comida.



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